Por Rosario Marina
Fotos: Archivo Presentes/AG
Angeline es una joven trans jamaiquina solicitante de refugio. Escapó de uno de los países más homofóbicos del mundo y llegó a Buenos Aires, donde alquiló una habitación en Villa Soldati. El sábado 29 de junio, cuando se iba a encontrar con un amigo, un grupo de hombres la persiguió y le cortó tres dedos que todavía, cada noche, la hacen llorar de dolor.
Angeline (nombre ficticio que usaremos en esta nota para preservar su identidad) está en el país desde diciembre. No habla español. Se escapó de Jamaica, el lugar donde nació y vive su familia. Lo hizo porque la intentaron matar muchas veces por ser una persona trans. El primero que la quiso matar fue su propio hermano.
El Código Penal de ese país prohíbe la “sodomía” y lo pena con 10 años de prisión. Según un informe de Amnistía Internacional, “los homosexuales de Jamaica, o los que son sospechosos de serlo, son víctimas a diario de tratamiento como enfermos, de acoso policial e incluso de tortura”.
Angeline tiene certificado de residencia precaria emitido por el Ministerio del Interior de la República Argentina. Nació en septiembre de 1991. Tiene 27 años. Solicitó, y le otorgaron la residencia temporaria como refugiada pocos meses antes de la noche del sábado.
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“La situación de ella es la misma que todos los solicitantes de refugio. Tienen tres meses de asistencia humanitaria básica que se lo brinda ACNUR [Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados]”, explicó a Presentes Mariano Ruiz, coordinador de proyectos de la Asociación de Familias Diversas. Mariano estuvo presente en la entrevista que le hicieron a Angeline cuando solicitó refugio.
Después de iniciar el trámite de refugio en la CONARE (Comisión Nacional para los Refugiados, que depende de la Dirección de Migraciones de la Nación) se le deriva a ADRA (Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales) que maneja los fondos de ACNUR. Se les da asistencia para cubrir alojamiento y alimentos.
Luego, entre 6 meses y un año, obtienen el estatuto de refugiados por motivos de orientación sexual o identidad de género, por haber podido probar que son perseguidos en sus países de origen. En los últimos dos años, unas veinte personas del colectivo LGBT pidieron asilo por correr peligro de muerte en Jamaica, Rusia, Ghana, Pakistán y Egipto.
Rainbow Railroad es una organización canadiense que las ayuda a escapar de la violencia y la persecución en sus países de origen. Esa organización ayudó a Angeline a salir de Jamaica.
La primera vez no salió bien, pero la segunda ruta segura que le designaron terminó en Argentina.
Angeline llora cuando se acuerda de su vida en Jamaica: cuando su papá la echó de su casa, cuando su hermano la quiso matar, cuando vio cómo moría una amiga, cuando vivía en la calle en una quebrada, casi bajo tierra.
Así fue el sábado 29 de junio en su país de refugio
El sábado pasado, en su pieza de Villa Soldati, Angeline se vistió para ir a trabajar a un club. Antes iba a pasar por la casa de Anthony, un amigo brasilero. Presentes habló con ambxs y así reconstruyeron lo sucedido. Se conocieron porque Angeline y la hermana de Anthony vivían juntas antes. Hablaron por teléfono mientras ella se maquillaba. Pidió un Uber y salió a esperarlo. En su teléfono le marcaba que faltaban dos minutos para que el auto estuviera en la ubicación designada. Mientras hablaba con su amigo con los auriculares puestos, vio que tres hombres la miraban. Le dio miedo. Se lo dijo a Anthony. Él intentó tranquilizarla, pero los hombres se empezaron a acercar.
En un momento se fueron, pero uno de ellos volvió en bicicleta. Apenas Angeline levantó la vista los vio detrás de ella, a sólo seis pasos.
Cuando lo cuenta se le caen las lágrimas, intenta seguir hablando pero no puede. Se agita. Es como si volviera a sentir ese miedo.
Angeline se paró casi en el medio de la calle, pero ellos la seguían. Le tiraron del bolso, ella gritaba: “No, no”. El teléfono seguía prendido, los auriculares en los oídos, y Anthony al otro lado, a kilómetros de distancia, desesperado.
Uno de los hombres sacó un cuchillo y le cortó los dedos. Ella cayó al piso. El auto que ella estaba esperando, llegó en ese instante. Por las luces, los hombres salieron corriendo. Su mano sangraba.
Angeline se subió al auto y le dijo, en su intento de hacerse entender: “Yo necesito hospital”, puso en altavoz a Anthony para que él le explicara dónde llevarla porque no podía decir nada más.
Él le dijo que la llevara al Hospital Piñero. Cuando llegó, filmó videos de sus dedos y de la sangre que iba goteando por los pisos del lugar. El médico le cosió dos, pero el meñique no lo pudo recuperar.
“No te puedo alquilar porque sos una refugiada”
El martes anterior al ataque, con ayuda de la hermana de Anthony que también es una chica trans, Angeline fue a ver un departamento para alquilar. Pero cuando llegó, cuenta, quien le iba a alquilar le dijo que no.
“Cuando llegué el hombre fue muy muy muy muy discriminador. Por la forma en que me discriminó Anthony se puso a llorar. Me dijo: “no te puedo alquilar el departamento porque sos una refugiada”, y me preguntó “por qué buscas asilo en Argentina”. Le dije que porque casi me matan en Jamaica, soy una transgénero. Le mostré las marcas en mi cuerpo”, cuenta Angeline a Presentes.
Pero nada de esa explicación logró que le alquilaran el lugar. Por eso volvió a Villa Soldati, a su pieza, al mismo lugar donde la atacaron.
“Estoy decepcionada. En un país donde pensé que iba a estar segura, no lo estoy. Es triste”, piensa.
Vivir bajo la quebrada de Jamaica
Un documental publicado en el Daily Mail de Gran Bretaña cuenta la vida de las Gully Queens en Jamaica. Explica que son un grupo de jóvenes LGBT sin hogar que viven en un desagüe de tormentas (o “barranco”) en la capital del país, Kingston.
Angeline sabe del documental y conoce a las personas que aparecen en las fotos de la nota. Nombra a cada una. Dice que ella vivió ahí tres años. Se acuerda y se sonríe.
En esos tres años, fue apedreada, apuñalada, quemada, le dispararon. “Era como estar en una cárcel. Tenía que esconder lo que era y lo que quería ser”, dice.
Algunxs de ellxs podían volver a su casa pero elegían quedarse “under the gully” (bajo la quebrada) porque, dice Angeline, es como vivir un país donde todos son libres de ser gays.
“Cuando estás bajo la quebrada, a pesar de ser un lugar desagradable donde hay agua sucia, estaba lleno de risas. Había tantos gays allí. Ese era el único lugar donde estábamos segurxs”, cuenta Angeline a Presentes . Era un lugar seguro hasta que les encontraba la policía o alguien que decidía tirarles piedras. Y entonces tenían que huir. Del lugar, de la ciudad, del país.
A partir de la agresión, el programa ATAJO de Acceso a la Justicia -bajo la órbita del Ministerio Público Fiscal- se acercó a ella y la está ayudando con la tramitación de sus documentos.