El reciente travesticidio de Lucía Torres Mansilla “La Loba”, junto a la muerte de Jésica Benavidez “La Nicki” a principio de 2019, en Paraná, Entre Ríos, dejó al colectivo travesti y trans de la provincia nuevamente muy lastimado. Nos recordó el histórico abandono de nuestros derechos. Muchas de nuestras vidas han sido robadas, disciplinadas, violadas, golpeadas, por un mundo diseñado para unxs pocxs.
La Loba, asesinada en julio en 2019 en Paraná.
“Cuando la militancia y el activismo son selectivos”
Las muertes de las compañeras hicieron explícitas, una vez más, las condiciones de vida del colectivo travesti-trans y la ausencia del Estado. La extrema pobreza, la vulnerabilidad, la soledad, las huellas del maltrato y la violencia sistemática, demuestran la situación de abandono y el claro olvido, a la espera de que la muerte nos decida llevar.
¿Qué nos dejó esta ausencia?
Las organizaciones que luchamos por los derechos humanos, militantes y activistas no tuvimos la capacidad de unificar criterios en la causa para movilizarnos colectivamente en relación a la responsabilidad que tiene el Área Provincial de Políticas de Identidad de Género y Diversidad Sexual, como así también la Subsecretaría de Derechos Humanos del gobierno de Entre Ríos respecto a la falta de implementación de políticas públicas que allanen la vida de las travas y trans.
¿Podemos marchar con quienes tienen responsabilidades indelegables?
Después del travesticidio de La Loba, en la capital entrerriana se realizaron dos movilizaciones. La primera fue el lunes 15 de julio y contempló manifestaciones en las carteras dependiente del órgano Ejecutivo y en el edificio del poder Judicial. La segunda marcha fue el miércoles 17 de julio, cuando se encolumnaron en la manifestación funcionaries del gobierno de Gustavo Bordet, el reclamo se concentró solo en el Poder Judicial.
Posterior a las muertes, escuchamos muy seguido expresiones de funcionaries que “están trabajando sobre el hecho”. En lo personal, creo que el gobierno debe invertir las prioridades: no puede tener como objetivo en primera instancia asegurarse un buen tratamiento de las situaciones violentas, sino que debe generar políticas para evitarlas. La justicia sólo estará dada cuando el Estado garantice nuestras condiciones de vida y no acompañando nuestras muertes para redimir culpa.
¿Por qué quienes asumimos no esconder la complicidad bajo la alfombra somos tildadas como enemigas?
En la manifestación del miércoles, junto a otres compañeres, adoptamos la movilización como una política de resistencia, convencides que el reclamo debe ser a todos organismos del Estado, que acciona y pone en valor nuestras identidades después de muertas y reversiona nuestras luchas de modo de poder acapararlas, aplicando sistemáticamente políticas asistenciales sobre el colectivo travesti y trans, pero sin voluntad de abordar nuestros problemas en profundidad.
Quienes señalamos y criticamos esas acciones somos excluidas de todo tipo de construcción de políticas integrales, que permitan proponer otro imaginario con posibilidades reales para nuestro colectivo.
No pretendo dar cátedra sobre cómo y de qué manera militar porque no tengo una mirada verticalista, pero sí quiero correr el riesgo de pensar de qué otras formas podemos hacerlo, sabiendo que cuando activamos con otres queremos sentir cosas tan potentes que nos enseñen nuevas posibilidades del vivir.
El transfeminismo es un posicionamiento político que nos acerca a las distintas realidades, a los consensos y la visibilización de todas las luchas. Que se adopte el silencio y la omisión, priorizando las miradas individualistas que corren de eje la causa, niega a las travestis y las trans la posibilidad de vivir libres en un sistema que oprime, ubica, controla y define; y refuerzan las condiciones de abandono y el entramado de violencias cotidianas que el Estado permite ante su inaccionar, evadiendo responsabilidad.
Salimos y saldremos a las calles a gritar para quitarnos el miedo, a reventar fronteras, pasear la rabia, el dolor y la impotencia, salimos y saldremos para que las travas y trans tengamos vidas vivibles, sin violencias y construirnos bajo nuestros propios parámetros, porque queremos cambiar esta forma de hacer política y escribir otra historia, yo no creo en discursos inclusivos que nos silencien.
Quienes somos parte de esta lucha -y quienes la adoptan como propia- tendremos la enorme tarea de imponer en la agenda emocional de esta sociedad nuestras problemáticas para visibilizar la violencia estructural que impacta sobre nuestros cuerpos. Porque no sólo la falta de acceso y permanencia al trabajo, a la educación, la salud y a la vivienda nos ponen en condiciones infrahumanas, en la desidia y la clandestinidad, sino también los preceptos culturales de los que el Estado es responsable.
¿Qué implica empatizar y ser sensiblxs?
Los hechos no sólo se explican a través de lo que representan o significan, sino también mediante cómo funcionan. Si sólo nos fijamos en las bellas palabras pregonadas y no discutimos porqué los discursos y las políticas no se materializan, qué nos sucede con eso y qué riesgos corremos, difícilmente en la organización colectiva elaboremos saberes críticos, que independientemente de la construcción subjetiva, habiliten la circulación de afecto, experimentado habitar espacios políticos de forma contrahegemónica, sin potenciar el poder de quienes nos oprimen.
*Keili González es comunicadora y activista travesti.